domingo, 2 de febrero de 2014

Estafa Americana (o American Hustle)

David O. Russell es un director de comedia. Hasta la actualidad, The fighter (2010) es su única película que escapa de este género. Russell tiene creatividad cuando se trata de provocar conflictos que ridiculizan a sus personajes, haciendo de sus vidas y oficios una madeja de sátiras. Claro que me refiero al primer Russell, el director que fue antes de la película citada. Es decir, antes de ser víctima de las grandes producciones, aquellas que incluyen grandes estrellas e historias humanas que aspiran a los premios de la Academia. Russell, hoy en día, apuesta a lo seguro. Historias que siguen siendo cómicas, siguen ridiculizando a sus personajes, pero, lastimosamente, con una dosis de creatividad casi extinta. Silver linings playbook (2012) es un ejemplo de un filme gratuito, que se ganó una fama a través del carisma de sus actores y una historia reciclada. La película no es mala, como tampoco buena, ni mucho menos excelente. Lo mismo pasa con The figther.
Escándalo Americano (2013) es lo más rescatable que ha realizado el director en los últimos años. Una película que se asoma al género criminal, pero que en realidad es más una comedia, inclinada incluso a la comedia romántica. Si bien es un grupo jugando a ser policías y ladrones (turnándose dichos roles), es muy notoria la presencia del romance que se concibe entre ellos. Son los conflictos amorosos los que sin querer complican tanto sus estrategias como sus planes de estafa, poniendo en riesgo la empresa como la relación entre sus mismos socios. Hablar de una película rigurosamente criminal, implica a personajes que actúan hasta un punto demencial, perverso e innato. Los personajes de Russell son más bien emotivos. Se enternecen, colapsan, se celan entre ellos, se pelean, se amistan. Son vulnerables y volubles, y eso es lo que hace que se compliquen las cosas.

Hay, sin embargo, una intención del director por insistir a hacer su propia película criminal. Aquella que bien le haría recordar a un filme como el de Buenos muchachos (1990), de Martin Scorsese (quiebre argumental, técnicas de formato, personajes explosivos o violentos), o tal vez a uno más pretérito, como por ejemplo remembrando al clásico cine negro. Por un lado, Escándalo Americano ambienta una época, más que política, cultural. El vestuario y las pistas musicales aquí son esenciales para provocar dicha nostalgia. Está también la ambientación a un mundo anónimo y peligroso. La presencia de la mafia asume un perfil intimidante, aunque solo en apariencia. El personaje de Robert De Niro fantasea con ser un Al Capone o el James Conway del filme de Scorsese. Como estrategia desesperada, Russell resuelve hacerle un brevísimo flashback a este individuo de “duro semblante”. Tal vez en realidad así lo sea, aunque no se sabe porque no aparecerá más.
Como filme criminal, Escándalo Americano se frustra, muy a pesar si tiene como aliciente a otro subgénero clásico. El personaje de Amy Adams es casi nuclear en el filme. Más adelante, la intervención de Jennifer Lawrence será fundamental para darle un giro a la trama. Frente a esto, los personajes masculinos giran en torno a los femeninos. Russell se acerca al subgénero de los años 40, el screwball comedy. Un cine de noción detectivesca o criminal, pero que alberga también una trama romántica, siendo la intervención femenina trascendental en la actitudes masculinas. Christian Bale y Bradley Cooper están ceñidos a los juegos de seducción de las dos damas de la historia. Es así como Russell termina por realizar una película menos impredecible que sus anteriores. Personajes faltando sus propios discursos. Ladrones redimiéndose, agentes embarrándose. Lástima que un sector la elogie con fascinación. Jennifer Lawrence no es la gran actuación que mencionan. Tampoco es la mejor película de David O. Russell. De lo más reciente sí, pero su ópera prima, Spanking the monkey (1994), es de lejos lo mejor del “otro yo” (ya casi extinto) del director.

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