viernes, 2 de marzo de 2018

Llámame por tu nombre

Es significativo que James Ivory realice el guion de esta película basada en una novela. El guionista y director estadounidense a lo largo de su carrera ha tenido un vínculo férreo con los dramas de época. En ellos encontramos a personajes contradiciendo las normativas tradicionales de su tiempo y contexto. Los reconocemos en películas como Maurice (1987) y Regreso a Howards End (1992); protagonistas que o bien esconden sus “comportamientos” fuera de la vista de la sociedad o se manifiestan sin pudor y con aires de emancipación ganándose de paso el rechazo. Llámame por tu nombre (2017) tranquilamente pudiera funcionar en un ambiente de inicios del siglo XIX a los que usualmente hace referencia el cine de Ivory. Una familia pasando el verano en su lugar campestre provisional de la Italia de los años 80. La llegada de un invitado será de gran motivación para la rutinaria vida del hijo único de la familia.
El filme de Luca Guadagnino tiene la composición argumental de la literatura de época. Antes que suceda el romance, hay una gran antesala. Es la larga etapa de la resistencia y la timidez de los protagonistas, incitado además por las dudas sociales en respeto a las tradiciones. Ambos son de descendencia judía. Aunque no siempre evidentes, se entiende que los prejuicios son una camisa de fuerza, especialmente para Oliver (Armie Hammer), el convidado estadounidense, personaje de un encanto especial que la familia y amigos de estos perciben, incluyendo Elio (Timothée Chalamet), aunque no lo acepte en un principio. Muy típico en los melodramas de época, un amante se niega a caer en el embrujo que ha expandido a la sociedad el recién llegado. Elio es áspero y a veces hiriente con Oliver. Elio es el mal anfitrión. Los celos y el amor trabajan de manera misteriosa.
A esta primera etapa, le deviene el del reconocimiento de los sentimientos y finalmente el del desenlace indiscutible. Lo estimulante de Llámame por tu nombre es que la educación sentimental no deja de efectuarse. Todo el trecho, por muy escurridizos que hayan sido en inicio sus sentimientos, los protagonistas de esta historia aprenden y reconocen el amor, sentimiento que, diría Heráclito y señala el sentido discurso del padre de Elio, llega en un momento preciso, y ya después es otra cosa menos amor. Serán los mismos ríos o los mismos personajes, pero tal vez ya no esté la misma agua o los sentimientos. Amar el instante. Hasta la última imagen de la película, Elio no deja de aprender, y posiblemente también Oliver. Llámame por tu nombre retrata un amor de verano en una historia que sucede en un instante en que se respira el beatus ille. Ya después es invierno, todo es melancolía.

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