jueves, 26 de enero de 2017

La llegada

Lo de Denis Villeneuve es un cine de intriga. Los personajes de sus películas buscan respuestas, siguen pistas, en ocasiones se dejan arrastrar por la paranoia a consecuencia de una agravada obsesión ante un dilema o conflicto. En tanto, existe un clima cargado de tensión que aturde y agudiza los sentidos. En La llegada (2016) ocurre lo mismo. El descenso de seres de otro mundo a la Tierra ha planteado dichas emociones, incógnitas y reacciones en los habitantes y líderes de la humanidad. Este desasosiego se verá manifiesto en Louise (Amy Adams), una lingüista contratada por el Gobierno para hallar la forma de comunicarse con los recién llegados. Al margen de ello, la protagonista de La llegada está envuelta a una visión onírica, gesto que salta a la vista desde el principio. Inevitable no relacionarla a recientes filmes de ciencia ficción como Interstellar (2014), de Christopher Nolan, o Midnight special (2016), de Jeff Nichols, en donde la estética naturalista asume un protagónico que despliega un carácter reflexivo.
A diferencia del cine de los años 40, en donde los viajes a otro mundo o la visita de extraterrestres implicaban el caos colectivo y una desorientación total, el cine de hoy propone tramas en donde la cordura está por delante. La humanidad del cine actual en lugar de correr, medita y estudia a ese nuevo terreno sin explorar o a ese posible enemigo. La llegada asume ese comportamiento. A pesar de que hay evidencia de una reacción hostil y más instintiva al otro lado de la Tierra, la cual pondría en riesgo la misión del estudio de un lenguaje (que es el acercamiento primario entre la especies) y de paso la seguridad del planeta, la gran intriga que implica a la interrogante “¿a qué vinieron?” está dominada por una sensatez, la que llega del conocimiento más simple, como es la palabra, como el del conocimiento más complejo, como la propia ciencia, la que representa Ian (Jeremy Renner), el otro protagonista.
La llegada está sujeta entonces a una intriga que implica una espera, la de dos expertos intentando llegar con corrección a los visitantes. Lo cierto es que es esto mismo lo que por momentos provoca que la película de Villeneuve luzca estancada. Se despliega una etapa teórica de la película; la menos atractiva. Ya luego, para cuando la historia comienza a responder a esa gran pregunta, un giro en la trama promueve una nueva intriga, y entonces la espera se renueva. ¿Qué relación tiene las “remembranzas” de Louise con esta llegada? Para cuando se descubre una pista de ese vínculo, la película termina de anticipado, convirtiéndose su final en un alargue con una cuota de moraleja. La llegada termina siendo de esas películas que dependen de un evento sorpresa. Más allá de la llegada a la nave, no existe escena memorable.

No hay comentarios: