martes, 25 de octubre de 2016

El contador

Existe un puñado de películas de acción que han combinado el espionaje y tomaron como personaje crucial a un niño autista y prodigioso, pieza clave, por ejemplo, para descifrar algún complejo código que solo el Gobierno debería conocer. En El contador (2016) este personaje no precisará de un héroe de los noventa para salvarse de los malos. En su lugar, este mismo será un adulto y protector de sí mismo y, de paso, el de algunos otros. La película de Gavin O’ Connor parece aludir a los antecedentes de un superhéroe, precozmente entrenado, tanto física como psíquicamente, para el combate; toda una máquina de matar, aunque siempre mellado por un “talón de Aquiles”. Como el Batman de Nolan, Christian Wolff (Ben Affleck) ha tenido que viajar hasta lugares retirados para aprender sobre el mundo (o su propio mundo), mientras dominaba el manejo de armas y lucha.
El contador se desplaza entre dos tiempos. Es la vida apacible y de corrección obsesiva de un contador en un presente. En paralelo, se manifiestan sus recuerdos del pasado en cuanto a su “educación”, las cuales justifican sus habilidades que tendrá que exponer para cuando se encuentre implicado en una trampa fiscal. La película de O’ Connor combina también la acción y el thriller. A esto se suma el carácter dramático en referencia a una biografía que, más que discutible o ejemplar, peca de exceso. El contador en cierta forma se construye sobre argumentos fabulosos, además de predecibles y reiterados en el cine de acción. Al poco de desarrollarse la trama, ya se sabe quiénes son los malos y quienes los buenos. Su mismo final es posible de descifrar bastando algunos minutos de reflexión. En tanto, hay una intención forzada por promover un mundo optimista en donde la criminalidad se justifica y los padecimientos descubren en su mayor proporción ventajas extremas.

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