miércoles, 17 de agosto de 2016

Dos tipos peligrosos

El atractivo en Dos tipos peligrosos (2016) se vitaliza a propósito de su contexto y coyuntura. Los Angeles durante los años 70. La degeneración es colectiva. La sociedad baila al ritmo frenético del disco funk. La industria del cine pornográfico se halla en su apogeo. Inevitable no recordar una película como Boogie nights (1997). El nuevo filme de Shane Black en cambio no arma una épica sobre esa industria. Su relato más bien se encadena a otro fetiche fílmico correspondiente a esa década. Aquí vemos a dos hombres desaliñados intentando descubrir el paradero de una joven relacionada a una serie de muertes y a quien además al parecer muchos quieren “cazar”. Dos tipos peligrosos alude al cine de intriga sobre detectives resolviendo un truculento caso. Su historia, en tanto, corresponde al buddy film y se alinea al neo-noir, este último, un género que se desvía de la corrección dramática del cine negro clásico.
Holland (Ryan Gosling) es sin duda el personaje más variopinto del filme. Este interpreta al detective enviudado, alcohólico, padre irresponsable. El tipo es un total desastre, pero muy hábil en la materia detectivesca. De otro lado está su compañero Jackson (Russell Crowe), un matón a sueldo, también con antecedentes dramáticos, certero en su oficio, aunque siempre sobrio. Los dos se aliarán como única alternativa para ir en busca de una joven liada a un problema que va in crescendo a medida que los sabuesos vayan pisándole los talones. Dos tipos peligrosos consta de una trama que inicia como un simple caso y que después escala a los más altos niveles de complot. La esencia del neo-noir está emprender un trecho sinuoso, sobre apariciones o eventos inesperados que complican o renuevan el conflicto de manera abrupta.
En un parte de la película, Holland recuerda que su difunda mujer le decía –a propósito de su carácter informal– que era una persona que siempre dejaba las cosas a medias. En efecto, esa es la impresión que deja el neo-noir. Como en Un largo adiós (1973) o Vicio propio (2014), el caso en Dos tipos peligrosos parece irresuelto a causa de la dejadez de sus detectives de aspecto decadente y melancólico, presas de un conformismo establecido por el orden social. Así como en el cine negro, este tipo de discurso era una necesidad por exhibir el lado sórdido de la sociedad. El neo-noir hace lo mismo solo que a grandes escalas. Es el género clásico que conoce a esos otros géneros de la postmodernidad, como el cine porno o el de explotación, y promueve un espejo social más esperpéntico.

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