lunes, 2 de marzo de 2015

La teoría del todo y Siempre Alice

Dos películas sobre cuerpos y mentes que van sufriendo ante el grado degenerativo de una enfermedad. Esto da por consecuencia una radiografía sobre el padecerlo con dignidad o desesperación. La teoría del todo (2014), de James Marsh, apunta al paciente sobrellevando la misma. La historia del astrofísico Stephen Hawking (Eddie Redmayne) es contemplada como una historia optimista a propósito de una tragedia. En la trama veremos cómo el amor, la descendencia y los frutos teóricos puramente científicos van floreciendo. Marsh muestra obstáculos y crisis, mas en paralelo lo que le importa es resolver las glorias; esa respuesta digna ante lo trágico. Se podría incluso concluir que toda la película fue solo pretexto para alcanzar a una gloria máxima: ¿Cree Stephen Hawking que es suficiente una fórmula para responder sobre el origen de las cosas? La teoría del todo concluye como un triunfo de la fe sobre la ciencia, esto a propósito de una tira de sucesos que se desplazan con fugacidad. De hecho, dentro de la realidad de la película, no existe un centro en la historia. Es más un vistazo a la intimidad de un reconocido personaje.
Siempre Alice (2014), de los directores Richard Glatzer y Wash Westmoreland, es por su lado la tragedia asistiendo al declive, una que también recae en lo personal como lo profesional. A diferencia de Hawking, aquí es la mente la que colapsa, esta producto del alzheimer. Alice (Julianne Moore), llena de glorias, observa con desánimo la enfermedad que en un futuro no muy lejano, borrará toda evidencia de su pasado y presente. La vida de Alice depende de la lucidez de su memoria. He ahí el drama de la historia. Como en First cousin once removed (2012), documental de Alan Berliner, se representa de igual forma a un protagonista de transcendencia intelectual que va perdiendo la noción de la realidad; el castigo más injusto para un académico. La diferencia es que mientras Berliner hace honores a su personaje en base al pasado, Siempre Alice prefiere abordarlo desde el presente, que es la pesadumbre del personaje y su familia combatiendo con la dolencia. El final de la película parece también aspirar a una de las conclusiones del documental de Berliner. Dentro de la irrealidad en la que se sumerge Alice, parece no haberse extraviado del todo la esencia.

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