jueves, 12 de febrero de 2015

Birdman

Alejandro González Iñárritu parece tener algo en común de Riggan (Michael Keaton). Es decir, ambos regresando en grande, intentando desmitificar una imagen que habían proyectado hacia su público por largos años. Es el retorno al mundo del espectáculo de manera espectacular, un giro radical a sus carreras que además de implicar riesgos, inconscientemente implica mucha fanfarronería. Birdman (2014) se abre cual película de Jean Luc Godard: créditos intermitentes y una música de fondo descompasada aunque en plena catarsis. Dentro de la historia tenemos a Riggan, un ex actor comercial decidido a producir y dirigir en Broadway su propia versión de una historia sobre un individuo filosofando sobre el amor. En paralelo, nuestro (anti)héroe protagonista sufre de los tormentos de su propio alter ego, “Birdman”, un superhéroe de ficción que se cristaliza mayormente voz en off o mediante poderes telequinéticos que solo la mentalidad de su anfitrión puede ver.
El problema de Birdman es que peca de extravagancia. González Iñárritu está decidido a manifestar un cine ostentoso que deviene desde distintas direcciones. Los personajes del filme llevan una excentricidad en la sangre. Unos son víctimas de la frustración, otros del ego, drogadictos en rehabilitación, disfuncionalidad familiar como de pareja, el romance y la reconciliación, la madurez y la redención. Hay una larga cadena de tragedias humanas, cuestión que desemboca a forma de drama, comedia (que limita con el humor negro), lo surrealista (que no desaprovecha el uso de efectos especiales). Y esto se extienda también a un nivel técnico. La construcción narrativa que simula largos planos secuencias serpenteando entre luces y bambalinas. Toda una “sincronía” bien orquestada. Un impacto visual que no deja de ser provocativo a pesar de convalecer de la misma exuberancia de su director. La actuación de Edward Norton es tal vez el único engrane que promueve “lo exagerado” en buenos términos. Alejandro González Iñárritu lucha por hacer ademanes a fin de llamar la atención, un gesto que recuerda nuevamente a Riggan, quien desde el inicio ha venido preparando su cierre con broche de oro.

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