martes, 12 de agosto de 2014

18 Festival de Lima: Cold in July (La vuelta al mundo en 8 días)

Junto a directores como Ti West o Adam Wingard, Jim Mickle hasta no hace mucho ha sido considerado uno de los grandes referentes del género de terror en el cine independiente estadounidense. Lo cierto es que sobrevalorados son sus tres primeras películas que conforman su corta filmografía, siendo la más conocida de ellas Stake land (2010). A apreciar, sin embargo, son las atmósferas sombrías impulsadas junto a su creativo de fotografía Ryan Samul, casi siempre teñido por un matiz tétricamente premonitorio. Su último filme no es ajeno a dicho sello. Cold in July (2014) es de lejos la mejor película de Mickle, y tal vez una de las mejores en lo que va del año. Richard (Michael C. Hall) de un día a otro se convertirá en el asesino incidental. Este padre de familia, dueño de una tienda de marcos, habitante de una pequeña ciudad tejana, espantadizo y subestimado por los que lo conocen, está a punto de vivir no una, sino varias experiencias que colapsarán su apacible tranquilidad.
Cold in July es una vuelta de tuerca tras otra. Más impredecible a medida que avanza la trama. A principio, es la película de terror inclinada al acoso de un forajido; más adelante, un thriller a propósito del montaje de un crimen y la revelación de una conspiración; luego, el drama detectivesco de un padre en busca de su hijo; y, por último, el cierre tenso de una película de acción. Irónicamente, lo que en un inicio fue la motivación de todas estas acciones, nunca se logra esclarecer. De cierta forma existe más de un cabo suelto en toda la historia. Es el centro de atención que muta continuamente, no dejando de ser atractiva la nueva peripecia ni tampoco cuestionando la irresolución de la anterior relegada. Cold in July al ser una sucesión de fracturas, divide su historia en capítulos, siendo cada una un fragmento que sabe asociar las acciones y emociones correspondientes.
Jim Mickle se guía continuamente de los referentes de género. La paranoia al terror, el suspenso al thriller, lo parodia a lo detectivesco. Cold in July alude a una serie de recursos y estéticas de los años ochenta. Es, por ejemplo, la iluminación de un ambiente cromático y opaco; una banda sonora compuesta por sintetizadores de lenguaje sórdido y escabroso; la temática que inicia como un slasher y termina con un final de acción al mejor estilo de dicha década. Su final hace una remembranza a los duros (el prototipo del western moderno), los Stallone o los Van Damme, que luego de su lucha retornan a la rutina, triunfantes, aunque con un sabor a melancolía.

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