miércoles, 16 de julio de 2014

La novia ideal (o Dark Horse )

Solo como comentario: el absurdo nombre dispuesto por la distribuidora responsable, que fuerza convertir a una película oscura en un "cuento de hadas" (cuestión que ocurre aunque en términos de ironía).

La descripción es familiar: Un hombre adulto y de contextura rolliza, vive con sus padres, es mantenido, gusta coleccionar juguetes y otros utensilios que compra por el internet, bonachón, aunque sin suerte con las mujeres. Es decir, el retrato de uno de los prototipos más explotados en la comedia estadounidense de la última década. Son los personajes fracasados con derecho a replantear sus vidas y aspirantes a formar parte del fantasioso “Sueño americano”. Dark horse (2011) es la historia protagonizada por uno de estos personajes egresado de dicha fábrica. Abe (Jordan Gelber), con 30 años encima, encaja a la perfección frente a todos los apelativos mencionados. Este individuo, sin embargo, no será un Jonah Hill más. Todd Solondz, director de películas sobre personajes sufriendo la rutina que les tocó vivir, le brindará a su protagonista un final distinto al clásico happy ending. Durante el largo de su filmografía, Solondz ha venido representando a personajes socialmente humillados, los mismos que sintomáticamente emergen su lado perverso fruto de esa abyección que los condena. Lo cierto es que en su última película, la perversión no vendrá de su protagonista principal, sino de la misma fatalidad. Por decirlo de otro modo, un destino impositivo e inapelable, y tal vez hasta merecido.
Abe curiosamente provoca lo que los otros personajes de Solondz causan. Existe una cierta inclinación por admirar el lado sensible de estos individuos, tal vez incomprendidos. Dentro de sus flaquezas y torpezas, existe en ellos una simpatía natural que provoca compasión y ternura. Muy a pesar, la repulsión siempre será instigadora. En medio de su carisma infantil, Abe se esfuerza por promover una antipatía propia de su comportamiento risueño y hasta ególatra. Desde su forma de vestir, pasando por su cuarto de virginal adolescente, hasta la presunción de su estridente Hammer amarillo (casi un símbolo de castración o incluso de su misma egolatría), hace de su personalidad insoportable. Dark horse en paralelo dispone en la trama a otros personajes que alteran aún más dicha hostilidad. Solondz en momentos es complaciente con su personaje, pero por otros es lapidario. En medio de una realidad “injusta” que lo castiga y hasta lo trastorna, Abe halla brotes de alivio. Es decir, su vida es un infierno con sus padres, pero la alternativa de casarse le brinda esperanzas. Abe no tendrá el consejo de padre, más si tendrá el auxilio de una secretaria, quien por cierto juega a la “hada madrina”. Lo mejor de Dark horse sucede a partir de la mitad, justo cuando la realidad y la fantasía se confunden. La fantasía como único recinto en el que Abe podrá tener alternativa a lo más cercano a un happy ending, lo que a su vez será el tránsito de la comedia negra a una racionalidad sombría, casi funesta.

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