domingo, 20 de octubre de 2013

El evangelio de la carne

El evangelio de la carne (2013) se abre con una serie de premisas dramáticas que parecen conducir a la esperanza y la redención en un grupo de personajes que viven su propia vía crucis. Ellos son víctimas del infortunio, en la mayoría de casos, enfrentando las consecuencias de actos errados o nocivos, tales como el alcoholismo o el pandillaje. Es, sin embargo, que en el cenit de sus tragedias, estos personajes no practican la teoría sobre la moralidad o la mea culpa a la que han parafraseado o intentan aspirar. En lugar de esto hay una respuesta con naturalidad moderna, es decir, cínica. Cuando una puerta de escape parece abrirse, los protagonistas de esta historia terminan por cerrarla de un portazo. Es la necesidad de finiquitar sus etapas oscuras, una que ciertamente es inacabable porque trae rezagos o arrastra víctimas, los que por cierto también terminan por ser engullidas al caos. El evangelio de la carne es un ejercicio sobre el cinismo. Eduardo Mendoza felizmente no pisa el terreno total de lo reiterativo, muy a pesar, su último filme no posee personalidad, algo que sí sucedía en Bolero de noche (2011).

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