miércoles, 1 de agosto de 2012

El Caballero de la Noche "Desciende"

*Alerta de spoilers

El fin de una trilogía no necesariamente implica que la última parte tenga que ser superior a sus antecesoras. Lo fundamental más bien sería que todas las partes posean un diálogo entre sí, una referencial que permita observar que las tres han seguido una misma línea creativa. Es decir, cada parte que conforma a esta trilogía deberán ser fieles entre sí. The Dark Knight Rises sigue el dialecto sometido en Batman Begins o The Dark Knight, sin embargo, existe una multitud de razones que la convierten posiblemente en la menos original de la serie. La última entrega de Christopher Nolan parece haber sido víctima de un estancamiento de inspiración, uno que lo ha llevado a retornar a sus “orígenes”, a Batman Begins. TDKR es el retorno al pozo de murciélagos que habitan en las cavernas, es el renacimiento de la “Liga de la sombras”, el entrenamiento de Bruce Wayne (Christian Bale) por volver a ser el héroe, la aglomeración de aliados y la reducción de villanos.

El único villano que se asoma en gran parte de la película es la figura de Bane (Tom Hardy), el antagónico menos carismático que ha tenido la trilogía, de una pose presuntuosa, siempre sosteniendo sus manos de las solapas de su traje, y que no es más que un secuaz del que más adelante será descubierto como el verdadero villano. Ra’s Al Ghul o la “Liga de las sombras” o Miranda (Marion Cotillard), quien escondida en la personalidad de una benefactora, dura apenas quince minutos en pie. Gatúbela (Anne Hathaway) es el comodín dentro de esta trama. Por la misma personalidad que encarna el personaje de Anne Hathaway, esta debió llamarse “El Acertijo”. El comportamiento de esta villana se ubica en medio del limbo. Roba por placer y deseo. En ocasiones ayuda a niños pequeños que están en apuros, pero también es capaz de entregar a un héroe al mismo diablo. Gatúbela tal vez tenga carisma, pero, en palabras del Joker, es la villana con “menos clase” que ha aparecido en Ciudad Gótica. Sin citar al mejor villano, Scarecrowe (Cilliam Murphy) posee un significado esencial en toda la trilogía. Él representa el miedo y la locura. El desquiciado hace de las suyas una y otra vez. Es el villano inmortal, que desaparece y reaparece, y que en TDKR se viste de juez, un cargo que va bien con su personalidad.

Gatúbela es el lado “seductor” que Nolan ofrece a su película. Una simple portada para el filme. El Joker no tenía historial, huellas o evidencia absoluta. Sin embargo tenía demasiada personalidad, una mente retorcida, un psicótico por excelencia y muchos planes por llevar a cabo. Gatúbela no tiene historial ni huellas ni parlamento. Solo roba –que bajeza diría el Joker– a quien se le planta a su costado y está deseosa de borrar sus pasos de la ciudad. Las apariciones de este personaje son similares a los encuentros que tuvieron tiempo atrás Michael Keaton y Michelle Pfeiffer. Giño de ojos, ronroneos y besos robados. Hathaway se pierde en el sentido del filme que es el de dar sentido a la criminalidad. Scarecrowe es al miedo, Ra’s Al Ghul representaba lo contrario al idealismo, el Joker (Heath Ledger) era el agente del caos. Bane incluso representa el lado inverso de Bruce Wayne. Era el expulsado por la “Liga de las Sombras”, mientras que Bruce era el que se desterró asimismo de esta agrupación. Hay un sentido en eso. Nolan sigue con la bifurcación entre el camino del bien y el camino del mal. Nuevamente con Gatúbela, es la seudo-simbología de la femme fatale, un personaje que viste del catálogo de Audrey Hepburn, algo que poco o nada interesa dentro de la línea que ha decidido seguir Nolan, de crear personajes –y no solo villanos–  complejos y con un sentido específico, la de dar sentido a la presencia de su antagónico. Son las dinámicas de la complementariedad.

Por el lado de los buenos, los nuevos personajes de TDKR no tienen la vitalidad de los que aparecieron en las anteriores partes, salvo Blake (Joseph Gordon-Levitt) quien da un sentido alterno a cómo emerge el héroe, uno que ha compartido similar historial de Bruce. Huérfano, criado en un espacio hostil pero que volcó dicha desesperanza hacia un idealismo, uno al mismo margen del comisionado Gordon, personaje que poco interviene en esta tercera parte a pesar de haber sido pieza fundamental en las otras películas. En su lugar se agregan personajes flojos como el de Foley o Dagget. Y, a propósito de Dagget, Nolan –a modo de simple detalle– parece redundar casi siempre los mismos elementos que han coincidido en su trilogía. Siempre hay un traidor dentro de las Industrias Wayne. En la primera el jefe de la directiva, en la segunda un delator de la identidad de Batman y en la tercera otro miembro de la directiva. Lo mismo ocurre con la presencia de, por lo menos, un cabeza de mafia. Estos serían pequeños arquetipos, los cuales, a pesar de su participación secundaria, tuvieron lugar a una presencia digna, y no muertos al rato de su aparición como sucede en esta última parte.

TDKR no se acerca a la astucia de los anteriores argumentos, aquellos que no se contentaban con una única sorpresa, como la aparición de la hija de Henri Ducard (Liam Neeson). TDK es la mejor de la trilogía porque todo su argumento es el plan maestro del villano, un proyecto que toma tiempo y que vemos florecer hasta el punto de deconstruir los discursos ajenos. Es el engranaje de sucesos continuos que provocan una nueva eclosión y nuevos dilemas que además manifiestan diálogos que se elevan hasta un significado filosófico-existencial. TDKR apenas aglomera de dos a tres “memorables quotes”, esto versus el puñado de citas que dieron en el pasado Alfred (Michael Caine), Harvey Dent (Aaron Eckhart) o Thomas Wayne. El vehículo argumental que dirige a TDKR es parecido a “El murciélago”, el nuevo juguete de Batman, que asume una apariencia espectacular. Christopher Nolan se deja contagiar por la trivialidad dirigida al público comercial pendiente de un héroe que sale a pasear con su nueva adquisición, acompañado de su femme fatale, para luego descender al suelo y presumir sus armas.

Bruce Wayne hace su retorno a la semilla, solo que en esta ocasión con luz prendida, saliendo a cazar bajo el sol, no sembrando miedo ni sombra. Y sí, no es justo que Bane sea el nuevo enemigo de Ciudad Gótica; no después del Joker. Lo que parecía la pelea del siglo, terminó como el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre dos personajes que se turnaban los golpes. Como última acotación, una observación que me ha planteado una suspicacia. Christopher Nolan, especialmente en Memento y Following, fue un arquitecto narrativo. Uno que se valía de un ingenio creativo en referencia al modo de narrar una historia, sea en desorden o partiendo por el final. Fue con Batman que más bien Nolan promovió un sentido discursivo –Batman, Scarecrow, el Joker; todos manejan su propio discurso–, el mismo que se devaluó en TDKR y que además tomó recursos prestados de Batman Begins. ¿A qué viene esto? El guión de Batman Begins fue escrito por David Goyer y Christopher Nolan, el de TDK fue escrito por los mismos más Jonathan Nolan, mientras que en TDKR no intervino David Goyer. Será que la ausencia de Goyer implicó un decrecimiento potencial en la figura del héroe del cómic. No estoy seguro de eso, pero tal vez el mismo Goyer responda a esto en su próximo guión para Man of steel. Hasta entonces.

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