miércoles, 1 de febrero de 2012

Un zoológico en casa (o Hemos comprado un zoológico)


Vanilla Sky (2001) más que un traspié fue un error de Cameron Crowe, proyecto que nunca debió aparecer al igual que toda esa larga lista de remakes que anualmente emprende la industria estadounidense. A esta película le siguió Elizabethtown (2005), filme que si bien se alinea a la temática del director, no resulta tener una buena trama, Orlando Bloom tratando de imitar al Tom Cruise de Jerry Maguire (1996) y Kirsten Dunst haciendo de una excéntrica “Mary Jane”. Pasando por alto dos documentales musicales que Crowe ha realizado más como fanático que como director, Hemos comprado un zoológico (2011), o también llamado Un zoológico en casa, su más reciente filme, desanima a primera vista al incluir afiche light revestido de cursilería y con un aire a típico “estreno de verano”. Lo cierto es que de eso trata el filme, sin embargo son bajo las manos del mejor Crowe que la película va tomando valor.

Benjamin (Matt Damon) es padre de dos niños, acaba de enviudar y está pasando por una crisis de inspiración como redactor para una importante revista. El deceso motivacional y las complicaciones como único líder de familia provocan a este joven padre a migrar hacia un espacio aventurado dejando atrás cualquier evidencia que prolongue su pesar y el de su familia. Hemos comprado un zoológico se enrumba a lo inesperado, a lo prácticamente improvisado, la decisión de un hombre que no se dice “no tengo nada que perder”, sino que tiene las de ganar. Benjamin es el reflejo optimista frente a una actitud arriesgada, el adoptar un zoológico que funcionará como casa y como espacio de rehabilitación. Cameron Crowe no crea héroes, crea personas comunes, personajes que aparentemente tienen lo necesario, sin embargo siempre están sujetos a pruebas de vida, crisis internas, dudas y tragedias, siendo su mejor respuesta el mejor momento para cambiar las cosas.

Si bien Elizabethtown no fue una buena película, es un buen referente sobre el germen temático de Crowe al retratar la cadena de infortunios que van acechando a un joven diseñador donde el fracaso laboral y el tema de la muerte son resultados que nunca se retratan con tonos trágicos e incluso dramáticos. En Jerry Maguire lo laboral y lo personal son cuestiones que se esbozan de igual forma donde el protagonista, interpretado por Tom Cruise, se encuentra abrumado por las luchas laborales y el temor a formalizar sus sentimientos. En ambos filmes, dichas cuestiones se identifican como “medios de aprendizaje”. Hemos comprado un zoológico, así como gran parte de la filmografía de Crowe, observa la experiencia de vida como su núcleo temático. Benjamin, al igual que otros protagonistas, son víctimas de declives emocionales, personas que han perdido la confianza en sí mismos, volubles frente a lo que les rodea, más siempre existe algo que los empuja luego de su recaída. En Jerry Maguire fue una compañera de trabajo, en Elizabethtown fue a una aeromoza, en Hemos comprado un zoológico es la familia.

Cameron Crowe es una especie de director hippie, habla sobre el espíritu jovial, el lanzarse abismo, superar el momento, ver el lado positivo de las cosas y levantarse. En sus filmes no existe dramas, en su lugar hay personajes excéntricos – los guardianes del zoológico parece un grupo sacado del mismísimo Woodstock –, comicidad, es el lado motivador de la vida. Existen instantes en que Benjamin duda o discute luego de emprender su vida aventurada; son los indicadores de la experiencia de vida. El camino o la nueva aptitud tomada no es la perfecta, sin embargo es el medio para madurar: nunca se deja de aprender nuevas cosas. Los filmes de Crowe es la ruta al aprendizaje, la liberación de las dudas y miedos: “20 segundos de coraje”, dice.  Hemos comprado un zoológico plantea en esencia una historia franca y motivada. Si bien el filme de por sí está sometido a ser una trama cursi con una serie de “momentos Kodak”, son las frases y la composición de los diálogos que provocan digerir a este filme.

No me atrevo a comentar sobre si fueron buenas o malas las interpretaciones del reparto. Solo me limito a anunciar que Thomas Haden Church es el más carismático en la película por sus comentarios e intervenciones jocosas, y que la encarnación de Scarlett Johansson como una mujer de vida rural simplemente no va con la personalidad sensual y temperamental de la actriz. Es muy cierta la aserción del crítico Ricardo Bedoya sobre qué tan dañino puede resultar una película doblada al momento de analizarla. El doblaje provoca actores o actrices escindidos, a medio manifestarse, reduciéndose solo a gesticulaciones como si se tratara de una película muda. Ese es el problema cuando las películas de directores como Greg Mottola (fue el caso de Paul) o Cameron Crowe – directores que interesan en verdad ser analizados con un mayor énfasis –están expuestas a ser reproducidas solo en copias dobladas gracias al “espíritu comercial” de ciertas distribuidoras en el país.

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