viernes, 20 de mayo de 2011

Y si te vi, no me acuerdo

Miguel Barreda en el año 2000 finalizó la grabación de su ópera prima titulada Y si te vi, no me acuerdo, filme que recién se ha logrado estrenar tras pasar una década. La historia gira en torno a tres personajes unidos por el destino, aunque actuando ante distintos propósitos. El contexto es el recorrido de Lima hacia Arequipa a finales de los noventa. El aire de una sociedad disconforme es un cotidiano que se respira en la ruta de estos viajeros. Eran tiempos en que la sociedad comenzaba por asimilar cínicamente una realidad que padecía lo insano hasta lo incurable. La dictadura seguía su marcha, así como la de estos personajes; rumbo a lo impredecible.
“Lagartija” (Miguel Iza) ha retornado de Alemania al Perú después de algunos años, tiempo que le sirvió no para curar los males que un día decidió abandonar en su natal Arequipa, sino para dormitarlos, para ignorar aquel pasado que, según él mismo afirma, no tiene sentido volver a remembrar. Su padre ha muerto y su presencia más que una aflicción representa tan sólo el compromiso de asistir al funeral y recibir su herencia, una que además no ambiciona, esto a sabiendas de su infructuosa relación con su padre en sus últimos años de vida. El retorno de “Lagartija” representa el desencuentro con una sociedad distinta, no por el sólo hecho de no reconocerla, sino porque él representa lo ajeno. “Lagartija” es la sumisión, una personalidad similar a los provincianos en cuentos de Enrique Congrains o Julio Ramón Ribeyro, pero a diferencia de estos, el personaje de Iza mantiene en pie un optimismo inquebrantable, además de una sentimentalidad que ni si quiera un país tan frío como Alemania pudo extinguirla.
Eva (Marisol Palacios) es una joven con deseos de mudarse a Argentina. Lima para ella es una ciudad estéril y de escasas oportunidades. La ausencia de sus verdaderos padres y la convivencia con sus controladores padrinos –quienes la adoptaron desde su orfandad –la han convertido en una mujer dura, desconfiada, suspicaz, ajena a sentimentalismos, siempre con una actitud a la ofensiva. Eva es de un espíritu egoísta, de malas costumbres y deseos oportunistas. Su motivación, más que una mudanza, es un escape a una realidad que le es insoportable, que le es mediocre y que ella alimenta a diario con un puesto de cajera y su vida compartida con sus ancianos padrinos. Jo (Matthias Dittmer) es un arqueólogo de origen alemán. Él es un estudioso de la historia del Perú, especialmente aquella que está relacionada con el misticismo, la religiosidad y la concepción de los antepasados peruanos. Sus estudios, sin embargo, no son motivo de usura o negociación. Jo no está interesado en ser parte de una guía turística a extranjeros o convertirse en un ladrón de restos arqueológicos. Su obsesión es la de conocer, y esto a partir de un compromiso frente a la sociedad peruana, una que desconoce de su pasado y se resiste a comprender.
Los personajes de Y si te vi, no me acuerdo si bien tienen a la peruanidad como una identidad que los relaciona, cada uno enfrenta una temporalidad distinta, un momento de su historia por el que ellos se inclinan a subsistir. “Lagartija” a pesar de negar su pasado convive con este. Para donde él se dirija se asomará un individuo, una situación, una ciudad, distintos recuerdos que después de todo sabe afrontar. Eva vive dentro del presente, tiempo que se encuentra en un estado de desamparo, huérfano – como ella –de una sanidad social que se ve maltratada por el atraso y la delincuencia. Eva piensa en el hoy, en marcharse, fugando al libre albedrío, a la suerte. Jo, si bien es historiador, el piensa en el futuro. La historia para el alemán es comprender el pasado para crear el futuro, mientras tanto el presente pasa a ser parte de este. Para Jo no existe un hoy, sino un tiempo que se está transformando a cada segundo convirtiéndose en parte del futuro.
Obviamente al estrenarse casi once años después Y si te vi, no me acuerdo resultaría ser un filme anacrónico, sin embargo, si hubiera sido estrenado incluso para el año 2000 –tiempo en que concluyó el rodaje –la ópera prima de Miguel Barreda sería un rezago del cine de los 90, aquel que arrastraba temáticas pesimistas, algunos con finales abiertos, un contexto degradado sobre la sociedad cínica, abstemia de mea culpa. La dinámica que sigue es la misma, por ejemplo, de Anda, corre y vuela (1995), salvo que Y si te vi… se trata de un road movie, gesto que después de todo no provoca desánimos ni despistes. El filme es entretenido, pero no consigue expectativas suficientes para reconocerla como una película lograda.

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