jueves, 16 de diciembre de 2010

Red social


Cine “Paparazzi”
Muy a diferencia de lo que sucedió en EE.UU. con El origen, Toy Story 3 o la última secuela del mago Harry Potter, la espera del estreno de Red social fue más ansiada y, además, aguardada con un ánimo distinto a las mencionadas. Si el público, e inclusive parte de la crítica (explícitamente la estadounidense), esperaba algo de este filme; era un hecho que no estaban pendientes en saber qué tan perturbadora sería esta vez la nueva película de David Fincher, o si pintaría una vez más sus espacios con una fotografía cuarteada y deprimente, o si sus nuevos personajes serían tan desquiciados o raramente atractivos como sucedieron en sus anteriores filmes.
Lo que ocurrió con la película de Christopher Nolan o el nuevo estreno de la Pixar, era que ambos estaban bajo la expectativa de un rumor fílmico. El estreno de toda película, casi siempre, infiere a la expectativa de una historia aún no sabida, una realidad ajustada, un rumor que apenas nos manifiesta una entrada atractiva que nos impulsa a preguntar: ¿y qué más? ¿En realidad Nolan habrá creado su mejor rompecabezas? ¿Andy en realidad desechará a Woody y sus demás juguetes? Toda antesala fílmica implica ese juego seductor, eso que llaman difusión o marketing, siempre relacionado a lo artísticamente visual, algo que, por cierto, complementa nuestra ilusión fílmica.
Red social, en distinto, fue un anuncio que remitía algo más que un argumento o un avance. Este último filme de Fincher prácticamente ya había sido “estrenado” en las líneas de un libro titulado Billonarios accidentales de Ben Mezrich, escrito donde se descubría las implicancias o acciones realizadas por Mark Zuckerberg para emprender y convertirse en uno de los creadores de la red social más grande del mundo, Facebook. Sí había algo que el público estadounidense esperaba de este estreno, era ver “en imágenes” al personaje oculto en el genio geek, algo que de seguro muchos ya estaban enterados porque se habrían tomado la ligereza de leer el libro de Mezrich premeditadamente. Red social se convirtió en el chisme de la temporada, la manipulación del morbo y la mecánica de “dime qué es lo que hace mi héroe cibernético de hoy”, superando más de lo que se pueda esperar de una simple expectativa fílmica.
El debate a mediados de octubre, pasado el estreno de Red social, fue el de poner sobre el tapete los límites de la realidad y la ficción, es verdad o pura exageración, esto incluía la pronunciación del mismo Zuckerberg, quien sería el protagonizado principal en el filme de Fincher. Otra vez parte de la crítica estadounidense quedó embelesada por el escándalo, antes que el mismo producto filmográfico, comentando sobre si lo expuesto por Fincher era lo que realmente había sucedido en la vida real. El cine convertido en un paparazzi, un cazador de realidades, al menos esa fue la interpretación que le ofrecieron algunos, en un espacio de dos o tres semanas, a Red social. Punto a parte.
La agonía de un geek
Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) es inteligente, un sabelotodo, nunca fanfarrón, hábil, extraño, paradójico, resentido, impulsivo, huraño, ermitaño, ansioso, obsesivo, experto en informática, un hacker. Mark es un geek, un nerd de la postmodernidad. Red social asiste al estereotipo geek, un ser polar, a quien se estima pero de lejos, por ejemplo, detrás de un ordenador. En películas como Superbad (2007) o Kick-ass (2010), este personaje es entrañable para unos, repugnante para otros. Red social se inclina por causar este último efecto, representando al geek en un su faceta más perversa, aunque, después de todo, al corriente de la actualidad.
Red social ciertamente se acerca a la mecánica narrativa de Rashomon (1950), manifestándose el punto de vista de cada uno de los personajes integrando la totalidad de la historia. Fincher así va construyendo su historia por medio de una serie de flashbacks que se van intercalando con su presente: las citas judiciales entre Mark Zuckerberg y sus demandantes, su ex mejor amigo, Eduardo Saverin (Andrew Garfield), y los gemelos Winklevoss. Es a través de las declaraciones de cada uno que se va narrando cronológicamente los sucesos ocurridos, sobre la génesis, la creación y la expansión de la red social Facebook.
Son con los testimonios de los demandantes que Mark se va representando como un sujeto oportunista ante las situaciones que su misma genialidad ha atraído. El filme se inicia con un flashback del rompimiento entre Mark y una enamorada suya. El narcisismo y la pedantería afloran en los diálogos, casi monólogos empleados por Mark, quien es mórbido ante los que le rodean, especialmente ante aquel que lo niega, lo aparta a la periferia de su sociedad; sociedad que, efectivamente, en gran parte lo excluye. Sociedad que, además, él critica y subestima, pero a pesar de todo, se obsesiona por adquirir su ingreso, esta, representada en los exclusivos clubs de Harvard los cuales no cualquiera es miembro. Mark posee una sinceridad demoledora. Eso, que resulta ser una virtud en algunos, en él es un defecto, el cual funciona a la par con su autoestima, una no fingida, ajena a fanfarronerías debido a que en verdad él es un genio.
En contraparte a su personalidad, está el personaje de Eduardo Saverin, quien también es un geek, aunque una versión anterior a la de Mark. Es así como el concepto de geek parece ser tan complejo como un algoritmo o cualquier otra fórmula matemática. Mark y Eduardo son dos mejores amigos con mucho en común aunque muy distintos, algo que el tiempo comprueba y los ha limitado uno al extremo del otro: uno acusado y el otro demandante. Es la presencia de un tercer personaje, el medio clave para percibir la divergencia entre estos dos sujetos que parecían ser de una misma generación.
En comparación con Wall Street (1987), Sean Parker (Justin Timberlake) asume una labor similar al de Gordon Gekko; aquel que señala el camino al éxito, sin poner en advertencia las consecuencias del medio o método adquirido. La similitud entre estas dos películas podría acercarse más, muy a pesar existe una diferencia sustancial entre Red social y el filme de Oliver Stone, quienes coinciden en apuntar a la exposición del éxito y sobre el discurso, y el significado, de “emprendedor”. La diferencia recae en la actitud de Mark respecto a la de Bud Fox, interpretado por Charlie Sheen. Fox es el neófito, el que cree saber, pero en realidad no sabe nada. Es así como Fox irá aprendiendo de la mano de Gekko: elegir entre lo correcto y lo que se debe hacer. Dicha relación no se aplica en Parker y Mark, esto debido a que el personaje de Timberlake es apenas una presencia que confirma las ideas de Mark, no asumiendo, realmente, su función de mentor. Las reuniones entre estos dos personajes confirman la naturaleza emprendedora de Mark, quien posiblemente se vea inspirado en Parker, no porque se aprenda mucho de este, sino por la simple razón que piensa igual que él, coincidiendo ideas o aspirando a nuevas fronteras, algo que no ocurre cuando las expone a su mejor amigo. Esto lo hace diferente de Eduardo, siendo este más bien el cándido Fox, que posiblemente hubiera podido aprender con el tiempo de Parker, pero la misma presencia de Mark, “el que sabe”, es un atajo para que el nuevo intruso pueda coger con mayor calma una rebanada del pastel.
Se ha señalado a Red social como una aproximación al personaje principal de Ciudadano Kane (1941). Es factible decir que Mark Zuckerberg pueda ser una aspiración o cercanía de lo que fue el joven emprendedor Charles Foster Kane, ambos desde su juventud, convertidos en multimillonarios, intentando ser líderes natos, dueños del mundo. Existe, sin embargo, una gran diferencia entre estos dos célebres personajes. Mark Zuckerberg siempre fue Mark Zuckerberg, muy a diferencia de lo que sucedió con el polifacético Kane, quien estuvo bajo una conversión moral. Un claro ejemplo es la reminiscencia de los días de cena junto a su esposa, cada vez más extraños y ajenos uno del otro. Mientras Kane va opacando los recursos de su pasado, Mark sigue un rumbo moral que, parece, siempre fue innato a su persona, al menos, es así como lo representa Fincher, sin pasado, sin antecedentes a su forma de ser, un geek tal cual es. Tenemos pruebas que Charles Foster Kane un día no fue el Charles Foster Kane en quien se convirtió, así como también tenemos pruebas que Ebenezer Scrooge no siempre fue el viejo misántropo y avaro. Es frente a esto que respondemos a que Mark es un geek más evolucionado que la versión representada en Eduardo, una más sentimental e inocua. Se puede inferir también que esta versión, la de Eduardo, tenga la posibilidad de poder condensar una relación sentimental, algo complejo e inalcanzable en la naturaleza de Mark, sin embargo, ese lado parece tampoco responder a una estabilidad amorosa. Eduardo, en la historia, es el único que logra tener una relación, más esta con resultados bochornosos.
El geek, sea Mark o Eduardo, parece estar arraigado a la negación social. Parte de iniciar una relación amorosa infiere la inclusión a un círculo o vínculo con la sociedad misma, algo que ambos personajes no lograron obtener triunfalmente. Es a través de esto que se percibe la continuidad del estereotipo que en ocasiones intenta, frustradamente, revertirse; es ahí donde el discurso del filme tiene sus debilidades. La escena inicial donde Erica rompe con Mark, la joven le excusa que el problema que ocurre con él, no es porque se comporte como un nerd, sino como ‘asshole’. En una siguiente escena, una consejera judicial le dice a Mark que en realidad no es un ‘asshole’, sino que se fuerza por serlo. El hecho es que en el largo del filme se infiere, a través de la actitud de los demás y del mismo Mark, que el ser nerd implica ser un ‘asshole’. Muy a pesar, se incluyen instantes donde Mark (el mismo que en toda su ruta proclama su ideología narcisista) se queda en silencio, pensativo, casi reflexivo, ante la opinión de la gente sobre él: “¿en verdad soy un ‘asshole’?”
La interpretación de Jesse Eisenberg es indudablemente superior a la que obtuvo en Adventureland (Greg Mottola, 2009) o Zombieland (Ruben Fleischer, 2009), en las que interpreta a un adolescente cualquiera. Es, sin embargo, en Red Social donde Eisenberg asume miradas, tonos irónicos y arrogantes que imponen un estilo propio. Su personaje es creativo desde distintos ángulos, desde su andar hasta en el ritmo apresurado de su voz. No será extraño verlo entre los candidatos a mejor actor en la próxima ceremonia del Oscar. Otro performance en resaltar es la de Justin Timberlake, un carácter dominante en su estilo laboral, frágil cuando se le descubre sus adicciones.
David Fincher decide no sobre exponer sus espacios plagados de una fotografía claustrofóbica, siempre recurrente en gran parte de su filmografía, muy bien interpretadas en Seven (1995) o Zodiac (2007), hasta ahora, sus dos mejores películas. Fincher otra vez se ve atraído por una nueva forma de narrar, en El curioso caso de Benjamin Button (2008) hay una narración en retroceso, mientras que en El club de la pelea (1999) hay una trasgresión de tiempos. Fincher provoca una buena historia, aunque no encajan las veces en que su personaje de Mark Zuckerberg recurre a la reflexión.
David Fincher en Red social describe a su personaje principal como un código informático, muy complejo, extraño, y ya de por sí, sometido al estereotipo social. Este personaje se rige ante una obsesión. Así como el agente Mills, en Seven, por encontrar al asesino, Mark tiene una testaruda necesidad por ser incluido socialmente, dentro de un círculo social o un exclusivo club, un tema también manifestado en su filme El juego (1997). Si bien existe una necesidad de Mark por alcanzar una fama dentro de la sociedad, dicha no se ve manifiesta en el poder o el dinero, sino en la aceptación. El ser parte, editor, creador del grupo social más famoso y con más miembros que cualquier grupo hermético, ya lo hace poderoso, una realidad inalcanzable si se presentara tal cual es, en su fisionomía geek.

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